Los niños pobres de Alemania

Los niños pobres de Alemania

Uno de cada cinco niños se crían en la pobreza en Alemania. Para ellos la máxima de que en este país "se vive bien", como dice la canciller Ángela Merkel, es una quimera.

Pasadas las 3 de la tarde, los niños colocan en la mesa tomates y pepino. De lunes a viernes, casi todas las tardes comen en un centro social de Lichtenberg, en el este de Berlín.

"Lo notamos sobre todo en los adolescentes, muchos nos dicen: ¿cuándo comemos? No he comido nada en todo el día", cuenta Patric Tavanti, responsable del establecimiento administrado por la fundación católica Caritas.

Sus padres carecen de medios financieros o de tiempo para darles de comer de forma regular, añade. Aquí se sienten en casa.

"Vengo todos los días", afirma Leila, una adolescente. "Podemos hablar, cocinamos, nos divertimos".

- Una espiral -

En el motor económico de Europa, la economía va bien y las arcas públicas están llenas. Pero alrededor del 20% de los menores de 18 años crecen en una "pobreza relativa", según el ministerio de la Familia, un nivel similar a Francia, donde la coyuntura económica es menos favorable.

Sus padres viven con menos del 60% de los ingresos medios de los hogares alemanes, es decir menos de 1.192 euros (1,465 dólares) netos mensuales para un adulto con un hijo, y menos de 2.355 euros (2.900 dólares) para una familia con cuatro.

En Alemania, que presume de haber reducido el desempleo al nivel más bajo desde la reunificación alemana, más de un tercio de los 2,8 millones de niños pobres son de familias con padres con trabajo, apunta Heinz Hilgers, presidente de la federación de protección de la infancia (Kinderschutzbund).

Más allá del aspecto material, la toma de conciencia por parte del niño de que pertenece a este grupo desfavorecido es devastadora, afirma Klaus Hurrelmann, profesor de la Hertie School of Governance de Berlín.

"Se pone en marcha una espiral: los niños se sienten excluidos, comienzan a sentir vergüenza de no poder participar en las excursiones del colegio ni invitar a amigos a sus cumpleaños. Terminan perdiendo confianza en sí mismos, a no aplicarse en el colegio, porque la pobreza material también es una pobreza en educación y cultura", añade el experto.

- Riesgo económico -

"Actualmente solo tenemos a un adolescente que quiera estudiar bachillerato", dice Patric Tavanti, de Caritas.

La escuela no integra correctamente a estos niños, a menudo de familias numerosas de origen extranjero o monoparentales.

"Notamos una necesidad creciente de comida, pero también de ayuda para hacer los deberes y leer", explica Lars Dittebrand, responsable de Manna, un centro familiar y una guardería en Berlín.

La selección en la escuela, normalmente al final de los estudios de educación primaria, conduce a los más desfavorecidos a empleos precarios.